Más vale tarde que nunca. Casi dos meses después de la boda de Lara, hemos sacado un ratito para contaros la despedida de soltera que le organizamos y así daros ideas a todas las que nos preguntáis qué hacer en las despedidas.

Como os pasará a todas, lo que más nos costó fue ponernos de acuerdo con las fechas (¡bendito doodle!). A estas alturas, todas nuestras amigas están casadas, con niños, líos de trabajo, cada una en una punta de España… así que lo primero fue decidir cuándo y después dónde. Al final decidimos poner como punto de encuentro Madrid para conseguir cuadrar los vuelos de todas y desde ahí ya veríamos.

Lara no se lo esperaba para nada porque ese fin de semana teníamos que trabajar, le pedimos a Fran que nos preparase su neceser, con cepillo de dientes, gafas, lentillas, su colonia de Narciso Rodriguez y poco más… el resto corría de nuestra cuenta.La sorpresa se la llevó el viernes por la tarde cuando, llegando a casa después de un evento, nos pasamos a tomar algo por un bar donde íbamos en nuestra época universitaria y allí se encontró a todas nuestras amigas, amigas que vinieron desde Almería, Las Palmas… le costó un rato ubicarlas,  ¡flipó! La verdad es que con estar todas juntas con unas cañitas, ¡poco más nos hacía falta!

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Pero bueno, la ocasión lo merecía y le montamos un plan muy «petite» El plan del viernes mejor vamos a obviarlo fotográficamente. No fue tan bonito pero sí muy divertido, tan divertido que tuvimos alguna baja por el camino y alguna que otra se paso todo el sábado en la cama (lo típico de las despedidas) Nos quedamos en Madrid y lo dimos todo y más, terminamos con un buen desayuno en El Iberia, como en los viejos tiempos, y como se suele decir: what happened in Vegas stay in Vegas.

El sábado, con un poquito de reseca, terminamos de hacer las últimas compras y pusimos rumbo hacia Segovia a la finca Aldeallana para empezar el plan «petite» que hoy sí os podemos enseñar jejeje. Aldeallana es una finca que ya conocíamos porque organizan bodas pero, además, tiene un «pueblito» que fue donde nos quedamos nosotras a dormir, una casa ideal en medio de la nada para pasar un día inolvidable.

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Nos pusimos en contacto con las chicas de Piccole and Cocole para decorar nuestro día con flores, no podíamos hacerle una despedida a Lara sin llenarlo todo de flores. Nos hicieron unos centros ideales para la mesa y unos cestones de tonos pastel para decorar el patio.

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De la comida se encargó Ginial. Sí, sí aunque suene raro, fueron ellos los encargados de prepararnos un menú 5 estrellas a través de la opción Take a Chef. Es una alternativa que ofrecen a través de su web que consiste en mandarte en un chef a casa que se encarga de prepararte todo y así te olvidas de cocinar (incluso de limpiar) y por último te sirven unos copazos de Ginial para amenizar la velada. La verdad es que fue un acierto absoluto contar con ellos, os recomendamos que lo probéis cuando tengáis invitados en casa porque vais a quedar de lujo.

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Para inmortalizar el momento vino Ester, del equipo de Lorena San José, a la que volvimos locas con las fotos y gracias a ella tenemos este recuerdo tan bonito. El dress code, como veréis, no fue aleatorio. Como yo sabía que en la boda de Lara el vichy negro iba a tener mucho protagonismo, les dije a todas que llevasen algo con ese estampado y a Lara le regalamos un vestido blanco de «novia» , unos pendientes blancos de My collect y las chicas de Piccole and Coccole le hicieron una corona de flores naturales espectacular.

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Después de comer y de reposar la comida, nos fuimos a dar un paseo para despistar a Lara y que las chicas de Bajobé pudiesen preparar la sorpresa de la tarde: un taller de automaquillaje.

Lara no suele maquillarse y siempre dice ¡quiero que alguien me enseñe! Pues dicho y ¡hecho! Hablé con María de Bajobé y le pareció un planazo. La idea era enseñarnos a usar lo que teníamos en nuestro neceser y nos dieron mil consejos de los productos que ellas suelen usar (el lunes estábamos todas arruinadas y con el neceser a tope).

Fue un taller divertidísimo porque María y Pato son encantadoras, nos reímos mucho de nuestras ojeras, arrugas…. y aprendimos como disimularlo todo y a resaltar lo que mas nos gusta. Después del taller nos apetecía mucho más hacernos fotos bien maquilladitas.

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Entre una cosa y otra nos dieron las tantas y directamente enganchamos los cócteles de Ginial con la cena. Una cena que nos hizo recordar los mejores momentos que pasamos en el Roncalli, nuestro colegio Mayor al que le debemos ¡todo!

Un plan sencillo, divertido y preparado con mucho cariño del que la novia disfrutó muchísimo pero sus amigas también.